sábado, 23 de marzo de 2013

Queen Elisabeth

La primavera ha llegado a Londres, se aprecia en los cerezos en flor, poco más. El cielo sigue gris, difícilmente se distingue la posición del sol, el aire helado sigue cortándome en dos, aunque poco a poco parece que me vaya acostumbrando, lo más difícil es andar por la orilla del Támesis, donde el gélido aire del norte encuentra un corredor sin apenas obstáculos, ese aire del norte golpea la piel expuesta, agota, congela las ideas.
Ahora mi sitio de confort es el Queen Elisabeth, el pequeño pub de Fulham que hace las veces de posada; comparto mi modesta habitación con un gigantesco inglés, cargado de tatuajes, tan grande como simpático, trabaja en la construcción cerca de aquí. Mi otro compañero es de origen portugués y es casi la antítesis del inglés, moreno y muy bajito, trabaja de mecánico para Harley-Davidson, ambos comparten peluquero, van completamente al cero, son agradable compañía, y a pesar de su rudo aspecto son cordiales y muy ordenados.

Hoy al levantarme una fina capa de nieve lo cubre todo, en ciertos momentos me siento como una ratilla recorriendo los escondrijos de esta ciudad, rapiñando imágenes. Robándole instantes para hacerlos míos, procesarlos y compartirlos...

Me llegan fotos de mis amigos en Cales fonts, tomando una cervecita al sol, tal vez compartiendo un canuto, ese mundo para mi ahora esta lejos, lo mío ahora es el frío, el viento y algún que otro jagermaister que me reconforte.



























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