lunes, 10 de diciembre de 2012

Día 30: rehaciendo calles y Tony Moreira

Hoy es el último día entero que paso con mi padre, ya que mañana por la mañana vuelve a Porriño, amanece soleado aunque el aire sopla fresco, es Segunda feira, Lunes ( yo tampoco sé porqué no es primera) y debo seguir buscando taller así que cojo las referencias que me facilitaron en la Plataforma Revólver y nos acercamos a los Atelier Concorde, allí me tengo que reunir con Rui. Bajamos de Barrio Alto y cruzamos Baixa hasta llegar al auténtico barrio de Mouraria, los agueros entran y salen de los bares, avisando a los que trapichean con caballo, las viejas dan los buenos días y la ropa tendida sirve de aposento a las palomas, el suelo, ni asfalto ni adoquines, sino un collage de ambos, cruzados por los rieles de los electricos, que hacen sonar sus estridentes campanas para avisar de su paso, pocos turistas por estos lares.
Subimos a la tranquila Graça, nada nuevo en este barrio popular, sus ttiendas parecen de otros tiempos, pastelerias, tiendas de muelles y fruterias, relajados lusos sentados al sol. Los taxistas charlan, a veces discuten... los lunes son días tranquilos.

Llegamos al atelier, un chico de mi edad nos recibe, me informa de que Rui los lunes no suele venir, lienzos se apilan en varios rincones, yo solo me quiero poner a pintar, le dejo un pequeño testamento, a ver si la nota lo conmueve y se apiada de un pobre diablo...
Nos vamos, llegamos al claro de Santa Clara, en tan sólo 24 horas, esta tranquila zona acogerá a los cientos de puestos de la Feria de Ladra, me sorprende verlo todo tan tranquilo. Tomamos un café en el quiosco de Amelie, tanto a mi como a mi padre nos gusta este sitio, un pequeño reducto de paz dentro del gran caos lisboeta, pero solo un rato, las piernas andan solas.

Nos adentramos en las entrañas, y nunca un símil fue tan bien usado, de Alfama, calles enroscadas como intestinos, con pequeñas plazas, callejuelas que justo cabe una persona, repletas de macetas bien regadas y paredes descuidadas, tantos perros como personas, andamios y húmedas maderas, clubes de fado y largas cuestas, esto es Alfama.

Llegamos de nuevo a Baixa, llena de turistas despistados y poco discretos carterístas, siempre en grupos de tres o cuatro, no consiguen despistar con sus disfraces de falsos turistas. Hora de comer y Chiado, esta equación se resuelve con Rio Grande, pedimos meio frango y lulinhas, después, a descansar un poco.

Por la tarde salimos de nuevo, Campolide y Estrela, el primero anodíno, el segundo bastante especial, tiene cierto magnetísmo escondido, no tan evidente como el de los demás barrios con un carácter tan marcado, de alguna manera me parece una síntesis de todos ellos. Lo más destacable es un encontronazo con un auténtico personaje, pero en el sentido más puro y positivo de la palabra, pasamos por al lado de un cabelereiro, un peluquero, pero está ocupado con algo que me resulta más familiar, esta con un carboncillo en la mano, haciendo un pequeño retrato bastante acertado, el peluquero es Tony Moreira, antigua estrella de la canción popular portuguesa, una especie de manolo Escobar venido a menos, nos saluda amablemente mientras mastica una colilla de un cigarro, nos cuenta que es especialista en pintura naif, cabroncillo, barnices, guitarra, acuarela y peluquero. Nos cuenta gran parte de sus vivencias, aunque a la hora de hacer fotos nos pide que lo hagamos tras el crital, ya que sino puede tener graves problemas de derechos de imagen, mientras lo hago, simula estar ocupado con una importante llamada telefónica, la descripción del sitio me la voy a ahorrar, basta con ver las imágenes. Adios Tony.

 

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