viernes, 14 de diciembre de 2012

Día 31: Ciao

Hoy se va mi padre, después de unos días de complicidad él tiene que volver a su rutina. Al levantarnos, la simpática Lourdes nos sirve el desayuno, Cabo Verdiana siempre con una sonrisa en la boca y un baile en el cuerpo.
En poco rato mi Xavi, mi padre, tiene que estar en la estación de Oriente, así que decidimos dar un último paseo por Barrio Alto y Santa Catarina, me confiesa que la saudade le empieza a invadir, creo que me pasará lo mismo, intuyo ya que son mis últimos días en la capital Lusa.

Llega la hora, subimos a un viejo taxi, como no, un Mercedes 190d, conducido por un símil portugués de mi abuelo, boina calada, risa entrepausada y siempre con la blasfémia a punta de lengua ante actitudes provinciales al volante. Ojo al ruido de los frenos


al llegar a la estación descubro un submundo, la construcción es própia de las nuevas arquitecturas, grandes construcciones modulares, con mucho cristal y elementos blancos, aunque, ésta ya tiene un toque lisboeta, la mugre tiñe el blanco de marrón, en los rincones más cubiertos del viento, vagabundos han construído de manera casi permanente pequeños "apartamentos" de cartones y maderas, casi todas las oficinas de ventas están cerradas, y los viejos carteles ya descoloridos muestan conexiones en autobús a lugares tan remotos como Rumania o Polonia. Para volver al centro decido coger el autobús con más paradas, no tengo prisa y quiero conocer nuevos barrios.

Cruzo barrios residenciales, otros con aire sovietico, austeros y poco cuidades, colinas que intercalan pequeños adosados con huertecitos... llego a Rossio, vuelvo al hostel, quiero pensar un rato sobre estos días...

Como las cosas pasan el la calle, no aguanto mucho rato en el Independente, y me lanzo a la calle, la noche es fría y tras pasear durante un par de horas decido llamar a mi buen amigo Pablo, quedamos, se acerca al hostel y con la ayuda de Manuel llamamos a un sinfín de anuncios de talleres que esta mañana he encontrado junto a mi padre en la universidad de bellas artes, no hay suerte. Gracias Manuel.
 Vamos a los supermercados de confianza a reciclar algo para la cena. Vamos a su casa a preparar lo que encontramos y tras un rato de charla decido marchar por las enroscadas y oscuras escaleras, un día me caeré. De vuelta al hostel lo veo todo claro, ya se lo que quiero pintar y como: Como ya he dicho alguna vez, Mouraria no es un barrio tranquilo, y dentro de este barrio hay una esquina especialmente intimidante, confluyen 4 calles y en cada una de las esquinas grupos de trapicheros se turnan durante las 24 horas del día, miradas hostiles, chandales y gritos. Quiero pintar esa esquina, y la quiero pintar in situ. Justo de vuelta al Independente encuentro una madera perfecta para hacerlo.
Boas noites.

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