viernes, 14 de diciembre de 2012

Día 32: Marco, Mouraria y Espaço Mundo

Hoy tengo un objetivo ir a Largo do tereirinho a pintar, esquina conflictiva, de menudeo, sombría, fría y algo amenazante. Me quiero enfrentar a todo ello a la vez que lo pinto, bajo de Barrio Alto, cruzo Baixa y me adentro en Mouraria. Cuando llego a el cruce de caminos encuentro un pequeño contenedro de cristal que hoy será también mi pequeño atelier. Empiezo con los primeros trazos de lápiz sobre la vieja madera, cada vez más son los ojos que tengo e el cogote, la situación es algo tensa hasta que, de entre todos, se acerca uno, se llama Marco y es del Algarve, aunque ahora vive en este barrio, tiene una hija y me dice que gracias al menudeo puede sacar a su familia adelante. Veo en sus ojos como admira mi trabajo, yo le voy explicando cada paso que hago, mientras él me va explicando la história de cada casa que voy trazando...
-esta es de unos gallegos, los patrones de mi mujer.
-esa lleva 30 años con el andamio montado, aún no han venido a trabajar.

A la vez va retrasmitiendo todo lo que hago a los demás del grupo, y poco a poco, como palomas rehacias, se van acercando a ver lo que hago. El que parece ser el cabecilla de todos ellos se me acerca y me pide que no haga fotos, que puedo estar allí, pero que no refleje la actividad del lugar. Marco se autoproclama mi ayudante, me trae alguna cerveza, algún porro, me va a buscar agua y papel de lija. Me dice que le encanta ver como va saliendo el dibujo, y que aunque sea poco, cree que está aprendiedo algo. Me alegro mucho, la hostilidad torna confraternidad. Cuando considero que el dibujo está acabado decido marchar, mañana volveré a darle color.

De camino a "casa", por Almirante Reis, encuentro en una pequeña esquina a una viejecita que ha montado un puesto de lo que parecen ser recuerdos personales, o todo aquello que ha encontrado en uno de sus viejos cajones. De entre todas las cosas me llama la atención una pequeña cajita de cartón, muy trotada, casi se aguanta por el aire, una vieja tipografía reza Protector Gigante, no se lo que es, pero me llama la atención así que le pregunto cuanto vale, a lo que me responde que me lo lleve, me lo regala, nadie lo compra, también decide regalarme una pequeña caja de clips, preciosa, con un corazón serigrafiado "nº1". A cambio decido comprarle 5 pins de alto valor retro.

Llego al hostel, agotado, aunque ilusionado por cómo me ha ido la mañana, he resuleto el tema de encontrar dónde pintar, qué pintar y cómo pintar. Subiendo la escalera me encuentro con Christian, uno de los chicos que vive en el Independente de manera casi permanente, trabaja e una ONG que se encarga de cuidar y entretener a los niños más desfavorecidos de Lumiar, en el extraradio lisboeta, me dice que es casi navidad, y que tal vez me apetecería ir a ayudarle una tarde, que tal vez se me ocurre algo plástico para ilusionarlos, eso sí, no hay ni materiales ni presupuesto. Decido avisar también a Pablo, seguro que me ayuda. Decidimos ir esa misma tarde, de camino planificamos la actividad, algo de pintura verde, papel de regalo... Haremos que los niños y niñas pinten un arbol de navidad estampando sus pequeñas palmas. Dicho/hecho.

Que experiencia más enriquecedora, sus ojos, como platos, hacen cola, alborotados para mancharse las palmitas, poco a poco el arbol va creciendo, se les nota ilusionados. Cuando Chris me dijo que no tenian recursos no imaginaba que fueran tan pocos, cada día las tiendas de alrededor les traen comida, pan y algo de leche para que los chicos se lo lleven a su casa. En menos de media hora ya estaban abrazándonos, colaborando de forma ordenada y entusiamados. Creo que no se me olvidará en la vida cuando en acabar, una menudita niña, de poco mas de cuatro años me cogió de la manga y me llevo al baño, y con muchísimo cuidado me limpió las manos de pintura con un estropajo. Suerte Espaço Mundo, buen trabajo.

Salimos algo abrumados de Lumiar, son las 9 y es Quarta feira, así que vamos al RDA a cenar, compartimos mesa con un entrañable viejecito, nos cuenta que es ilustrador, a ver si conocemos a alguien que tenga un ordenador para poder trabajar, le decimos que no, compartimos la comida con él, tenía hambre. A media cena me llaman Jordi y Nadia, los chicos que conocí en el LX Factory y me proponen ir a tomar algo, quedamos, y vamos a La Vizinha, la última vez que estuve aqui fue con mi padre, sólo ha pasado un dia... parecen años.

Reímos, charlamos y agotamos las últimas horas del día.

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