miércoles, 28 de noviembre de 2012

Día 18: la alternativa

Miércoles, Cuarta Feira, me levanto con ganas de pintar, de un salto dejo El Independiente.
Después de un café en el quiosco de Cãmoes, mientras dos mendigos se ejercitan y un esperpentico personaje canta un muy buen fado por su altavoz hecho con una botella de detergente, .
Quiero seguir regalando alguna obra más a algún Lisboeta, así que me pongo a buscar un soporte para hacerlo. Dibujos rápidos que me ayudan a mantener la muñeca bien engrasada. Encontrar una madera no me lleva más de tres esquinas caminando, siempre hay muebles en las esquinas... El sol es luminoso, aprieta y el Tajo brilla. Voy cuesta a bajo por el Chiado, cruzo Caís do Sorde y llego al río.

Lisboa, Lisboa y sus gentes, lo uno sin lo otro no son nada, gran zoológico humano. En estos días algo he aprendido, el trato más distante inicial no es tal sino un sano recelo, cierta prudencia hasta que el otro se descubra. Un abrazo, Lisboetas.

Allí donde llego hay un conjunto de tres hangares, marcados por el descuido y el aparente abandono, el sitio me parece bien, así que me siento y me pongo a marcar los primeros trazos, cuando, un heroinómano algo alterado se ha hacercado, me vociferaba algo así como que una ola se me llevaría, pues el río estaba con marea alta y los transbordadores al pasar generaban olas capaces de mojarme por completo... No hay para tanto.
Ahora atento a mi trabajo, el yonki se relaja, se congregan unos amigos suyos, les gusta lo que pinto, les gusta verme currar, sólo me interrumpen para pedirme algún pitillo o algunas monedas. Sigo pintando.
Acabo la pieza, se la regalo al grupo de espectadores y me voy a seguir el camino.

Me dirijo al Barrio de Sao Bento y Estrella, recuerdo las primeras veces que deambule por aquí, la primera vez que estuve en la ciudad, tintes de ultramar.
Me reencuentro con mis propias fotografías, esos fragmentos de vida y ciudad que congelé vuelven a moverse, es una sensación muy curiosa.
Llego cansado al Independente, Desde el mirador de Saõ Pedro Alcántara aún se ven algunos techos iluminados por los últimos rayos de sol. Oro.
Unos minutos después, me llama Pablo, ha descubierto que el ático contiguo lleva 30 años deshabitado, me propone intentar abrirlo para poder montar allí un pequeño atelier, el propietario ya mayor, se fue a una casa a las afueras. Nos pasamos la tarde a lo Misión Imposible. No hay manera. Desistimos por hoy.
Decidimos ir a un centro social de Anjos donde nos asesoran, el RDA69,
Están haciendo en ese momento una comida popular a la cual nos apuntamos, un sitio cojonudo.

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